El vino, el vino. Es lo mismo que aquella joven casadera que solo piensa en ligar con hombres ricos. ¿Le proporcionarán la felicidad esos hombres ricos si son idiotas? Es probable que sí; no olvidemos que una mujer que busca hombres ricos será probablemente tan idiota como el hombre que quiere conquistar. Pero no liemos la cosa; al fin y al cabo, ésta no era más que una entradilla metafórica que, en pocas palabras, quiere significar que no todos los vinos caros son los mejores (incluso algunos son tan raros en cuerpo, apariencia, aroma y sabor, que más vale no acercarse a ellos). Tengo un amigo argentino que es muy aficionado a los vinos. Llama nobles a aquellos que, siendo económicos, se dejan beber y no causan un estrago en tus papilas gustativas. No le importa tampoco si cuestan un ojo de la cara.
El verdadero reto, y divertido además, consiste en dar con ese vino barato barato y que se deja amar una y otra vez, una copa y otra copa y otra. A ver, que esto de internet es muy global y debe saberse que la experiencia del que escribe se ciñe a los supermercados españoles.
En este país tenemos vinos muy nobles a muy buen precio, a tres o cuatro euros, incluso a menos. No citaré nombres para que no se agoten (qué le vamos a hacer, cada vez veo a más gente comprando el vino que bebo en mi casa). Lo bonito consiste en dar con él.
Probar uno y otro. Y por supuesto, tener claro que un Rioja barato es vino malo seguro. Hasta hace poco los Ribera del Duero eran exquisitos para acompañar con los manjares, pero desgraciadamente, se está empezando a subir al burro en el que van montados todos los Riojas. ¿Que hay Riojas buenos? Claro que sí. Buenísimos. Pero alerta, son todos caros. Tal y como dice mi amigo argentino, hay vinos de La Mancha, de Cataluña, de Mallorca, que son extraordinarios, y no cuestan más de cuatro euros.
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